lunes, 7 de mayo de 2007

Diario Paralelo: "Virginia, la par de El Solo".

"Sleeping Woman"
Henri Cartier-Bresson, 1935.


Virginia.


Virginia Rosario. Delgada como una lágrima de lámpara, como el haz de luz que se escurre por los vitrales de las catedrales, como el silbido de la brisa marina... ella era Virginia. Algo más que la forma perfecta, simplemente el deseo de muchos en la vida.

Caminaba de manera armónica, serpenteando por las grises aceras de Santiago, sintiéndose ausente de dichos suelos, añorando aplastar las veredas de ciudades extrañas, lejanas, de continentes de ensueño, de paraísos perdidos y anhelados. Ella era Virginia.

Suerte de elfo, de personaje mítico, de unicornio descuernado; existía desde una suerte de ausencia presencial. Infinitas veces pasaba desapercibida antes los ojos de los normales sólo hasta cuando se hacia escuchar, detrás de una suave voz amielada que resonaba imperenne cuando a solicitud de su ego requería hacerse notar. Pero ella no lo sabía así... ella era Virginia.

La novia de la muerte, la amada secreta de Jack, reina de su extraño mundo. Requería un ancla social que la aferrase a un suelo impropio, impersonal. Luchaba por encontrar esa fuerza que le gritase – quédate conmigo, en estos lares, olvida los sueños, tus anhelos –... pero ella soñaba y requería escapar... lo inevitable la destruía y reafirmaba su decisión. Ni la sangre ni el amor le eran suficiente... pero aun no lo sabía... ella era Virginia.

Muchos desearon su inteligencia, su claridad, su empuje, su fuerza. Habría dado la mitad de mi ser por ser la cuarta parte del suyo. Los comunes no habrían escatimado en esfuerzos por robarle una breve parte de su naturaleza para complementar la propia. Los peores habrían soñado devorarse para renacer como ella... simplemente bella, encantadora y locuaz... pero ella no lo sabía.

Las extrañas circunstancia guiadas por los terceros de la vida le habían hecho ver que era todo lo contrario a aquello envidiado por el resto. Los entes sociales, celosos, la hacían sentir que ella era parte de los comunes sin realmente serlo, tan solo porque entendían que cada vez que un extraño se despega del grupo es inevitable el nacimiento del dolor, aquel que te dice ser parte de los normales y no de los iluminados de este juego... pero ella no lo sabía.

Virginia soñaba durante sus largos trayectos en aquel mundo distante del cual se sentía arrancada de nacimiento, pero perteneciente por inherencia. Aun así su mayor enemigo eran ella misma y él. Mientras descansaba en su cubil urbano, en su soledad, cierto fantasma le borraba los recuerdos de su vida pasada, haciéndola entrar en depresiones no buscadas, no merecidas. Entonces su mundo extraño y hermoso se apagaba, para dar paso a la existencia rancia de las aceras grises de Santiago. Intolerancia, vacío e ignorancia eran los secuaces del fantasma, capitaneados por su propia persona, quien les habría la puerta del cubil, para contaminarlo... eso si lo sabía... pero lo omitía.

Virginia, la hermana del solo, la cómplice de las circunstancias no esperadas, la heredera del autoengaño, lloraba ese día en su reino de sueños lejanos. Estaban a la mano, tras una decisión que no era tomada, tras un llamado falso, un grito de ayuda cínico y personalista... pero ella era Virginia y requería sacrificarse... eso si lo sabía.

Virginia, la que se niega a vivir, la que no busca ser feliz... Virginia, la que rehúsa ser menos virgen y más mujer... Virginia, la que puede ser feliz, pero que no es capaz de ver más allá de su recuerdo en el espejo... Virginia, la ciega... la única del club de los solos que retiene entre sus manos el salvoconducto para entrar y salir sin ser expulsada... Virginia, por favor, sal brevemente al mundo esperado por nosotros y cuéntanos como es... de lo contrario dame tu permiso. En estos lares hay pocos que pueden hacerlo, úsalo o entrégalo, no te lo quedes, mira que ni suicida ni mártir eres... tan solo Virginia, el sueño ignorado por muchos y sabido por pocos... simplemente los mejores.


¡Encuéntralos Virginia!... Quedan(mos) pocos.



El Solo, 13 de Diciembre de 2005.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Virginia es ingenua, o tal vez lo era, pero sigue aùn creyendo que las cosas en el ser humano, pueden ser mejores, y que asì, en el encuentro que alguna vez suceda, pueda ocurrir el milagro.