lunes, 9 de julio de 2007

Extracto de "El Diario de El Solo". Sobre Natalia... y ojo... ¡aun no empezamos!.

Natalia o el renacer frustrado de la bestia.

Máximo se encontraba desatado desde hace algunos días atrás. El haber experimentado la suerte de los vivos, los normales, los socialmente aceptados, lo había llevado a soñar con lares impropios a los suyos, a creer en historias urbanas en donde la felicidad es una meta real y no esa suerte de grial inexistente por el cual luchan los menos apreciados de la urbe.

El animal nuevamente andaba suelto, al acecho, esperando cercenar las delgadas gargantas de sus presas como una manera de vengarse del destino cruel que se le había deparado. Así como Vlad, y tantos otros, había maldecido el nombre de Dios por el hecho de negarle la posibilidad de ser feliz… ¡perversa e irónica maldición!... Sólo le quedaba buscar la propia felicidad en la desdicha de los demás. Pero esta suerte de monstruo era más humano y menos perfecto que aquellos que por largas noches acompañaron esas horas de lectura de luz baja en un rincón de nuestras habitaciones. El era el antihéroe que no siempre triunfaba… era el Dirty Harry.

Días atrás, estando en uno de los nuevos trabajos esporádicos, de esos que semanas después le traería grandes divisas, se decidió a llamar a su víctima. Natalia era esa suerte de niña mujer. Mitad virginal, mitad púber, tres tercios de ente deseable. Vestía de riguroso negro, casi espectral, pero a diferencia de la fauna "desagradable" de gordas negras embetunadas en talco, ella gozaba de esa delgadez cómplice envidiada por muchas. Rostro angelical, con rasgos de novicia, de falsa bondad. Cabellos negros que la recorrían hasta la mitad de su breve (In)existencia, los que matizaban con su blanca tez, suave, sin fallas, de fresca y “fría” porcelana. Ojos oscuros y vivos, casi lumínicos, tan intensamente azabache que uno casi podía reconocer en ellos el reflejo de aquella faz embrujada de los perdidos observantes. Pero eso era lo menor. Era su voz lo más cautivante y traicionero, era el canto de una sirena que irremediablemente te conducía a la perdición entre los arrecifes de un mar caudaloso en donde lo único que se podía escuchar, más allá del reventar de las olas, era esa risita malévola que ocultaba sus verdaderas intenciones. Como les decía, era de una voz tan engañosa que ha ratos recordaba ese hablar fatal de Simone Signoret y a ratos una vocecilla de ruiseñor, casi infantil, que perturbaba, te hacia soñar con parajes inexplorados por las partes de los hombres, por quebradas abiertas de vez en cuando regadas por la humedad esporádica de cierta lluvia. Una ilusión perfecta... pero mejor aun, una vil trampa que ocultaba su verdadera finalidad... destruir.


Máximo: Hola bonita, soy Máximo, cómo estas…

Natalia: Maaaax!... bien y tu... justo estaba pensando en ti[1]

Máximo: Bien, bien. Te llamaba por que quiero que salgamos. ¿Te parece si vamos a tomarnos algo este fin de semana? Algo a algún bar o algún lugar extraño por ahí...

Natalia: Si puede ser, no sería malo, este... emmmh... ¿tu sigues con el mismo teléfono?... yo te llamo para ver si...

Máximo: ¡Pero que onda mi niña!, ¡la cosa es simple!... ¿quieres salir conmigo?, ¡si o no!... la respuesta es simple...

Natalia: Si, si quiero (risas).

Máximo: Okey, te llamo y afinemos detalles.

Natalia: Te espero... (risas)[2]


Máximo sentía como el cazador resucitaba mejor que antaño, más claro, más valiente, más osado. Había conducido a su presa a la respuesta esperada sin mayor esfuerzo. Sentía que recuperaba la seguridad olvidada y que en las próximas horas consumaría su plan de ataque entre las exquisitas humedades virginales de Natalia, su Natalia... la de muchos… por ahora.... ¿De él?...

Sus colmillos comenzaban a agudizar el filo, proyectándose, y de su boca emanaban jugos de hambre, de animal al acecho. Sus pupilas dilatadas y sus feromonas se mezclaban con la adrenalina del momento. La bestia renacía, era más fuerte, más experimentada y estaba hambrienta… sedienta. Horas lo separaban de su éxito... sólo debía esperar y no enfriar las astas de su trampa... presto al acecho... para cercenar al final.

No pretendo aburrirlos con lo acontecido esos días de espera, que tan solo fueron perfectamente tres. Vamos al hecho en si.

Viernes, 20 horas. La bestia esta jadeante. Es el momento de concretar la caza del animalito. Comprende que es tiempo de comenzar el último movimiento de la escaramuza.


Máximo: Hola Natalia, habla Máximo... Bueno, te parece si te paso a buscar a tu cas...

Natalia: ¡Máximo!... Oh... justo estaba pensando en ti... Me vai a matar. ¡Pucha! me salió una despedida de un amigo que se va a España y tengo que ir. ¿Tu quieres venir conmigo?...

(Silencio... solo eso...)....

Natalia: Máximo… ¡Máximo!... ¿estas ahí?... alo....

Máximo: Este... eeeh.... bueno brrrr... grannn... este si... pep... pero....

Natalia: Máximo, ¿te pasa algo?... no te entiendo... ¿alo?... (Risas).

Máximo: No, no... Acá estoy... este bueno, vamos, pero dejamos lo nuestro para otro día...

Natalia: Ya, que rico... nos vemos... te llamo como a las diez y media... chau besos.

Máximo: Ya poh, espero tu llama....

Teléfono: Tut... tut... tuuuuu...

Máximo: do... ¡alo!... ¿Natalia?... ah, ya se fue....

Teléfono: tuuuuuuuuu..........


Viernes, 24 horas... Natalia aun no llama.
"El Solo", ídem. más que nunca.


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[1] Primer canto de la sirena.
[2] La trampa se empezaba a consumar.

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