martes, 3 de julio de 2007

Extracto de El Diario: "De por qué El Solo gusta tanto del Invierno".

Richard A. Wear
"Bison charge"


Había caminado una vez más por Irarrázaval rumbo a la casa. Era invierno, su mejor estación. Siempre había considerado dicha época superaba a todas las otras del año. Máximo Emiliano Soto Lobos conocía miles de formas de terminar con los comentarios de aquellas personas que una vez aproximada la primavera empezaban a dar numerosas explicaciones de lo feliz que estaban de saber que se terminaba el frío y comenzaban los calores de octubre. Para eso había confeccionado su propia categorización.

Estaban los Patriotas. Estos eran los primeros que comenzaban, según él, con la estupidez de la primavera. Si bien compartía ciertos puntos relacionados con el patriotismo vertido a litros, se burlaba constantemente de lo absurdo de sus explicaciones. El patriota era aquel que anhelaba la llegada de la primavera única y exclusivamente por el 18 de septiembre. Máximo consideraba que otorgarle aquella simplona razón era burdo, en cuanto a que el beber desaforadamente era una condición atemporal, más allá de las fechas. ¡No existe el motivo o la celebración para tomar!, existe sólo el hecho. El beber se podía aumentar en ciertas fechas como la mencionada, podía ser excusa, pero por ningún razón la fecha era el motivo... ¡es más!, el beber era el motivo de todo.

Las mariposas amorosas. Este segmento muy odiado por Máximo eran aquellas mujeres “nice” que todo lo poetizaban y que vivían una suerte de ecapullamiento durante el invierno, y así, cual mariposa que encerrada en su bolsa, renacían en primavera de manera hermosa, bellas interiormente y sobre todo exteriormente. Durante este período se sentían plenas, ellas mismas y eran felices… y hacían felices también a sus “amiguis”, pololos, papis, en fin, el mundo entero. ¡Estúpidas!. Lo único que apreciaba o mejor dicho rescataba de estas insensatas era el que “cual mariposa” primaveral desplegaban sus alitas y dejaban al descubierto su avispado cuerpo, sus partes y carnes al ojo del cruel erecto espectador. Sí, le gustaba tan sólo la carne que aparecía, sin ambargo, él, por ser un estudioso de la estética en todas sus formas, se delei(calen)taba también en invierno con los cuerpos cubiertos, imaginando y descubriendo las formas a través de los abrigos, chombas, medias y bufandas. A esta última prenda le tenía especial cariño por los usos que le daba. Prefería las de hilo delgado y muy largas. Los nudos logrados eran más firmes.

Los eternos friolentos. A estos los consideraba seres mono sensitivos. No concebía que una persona pudiera dejar de lado todas sus emociones, sensaciones e imaginación por el sólo hecho de sentir frío de manera enfermizamente constante. Pensaba que durante los días de invierno, cuando la humedad se tornaba caldo de todos los días, las imágenes se tornaban más claras al ojo humano. Gozaba viendo los detalles de los cerros, los arbustos, un árbol divisado a la distancia, los colores nítidos, todo lo cual se perdía irremediablemente por la refracción de la luz del sol al chocar con los elementos. En los días de frío no existía límite al ojo humano. La mirada se tornaba felina, aguda, capaz de medir cualquier forma o movimiento. Odiaba cada vez que estando en un paseo en la playa o el campo escuchaba por parte de la compañía de momento el típico – ¡que lata que hace frío! -. En ese momento apretaba los dientes para no reír o increpar al fulano(a) por tan interesante comentario sobre las características del tiempo. Primero, la presencia de frío es obvia por ser invierno. Si se hubiese escuchado a él diciendo en verano – ¡que lata que hace calor! – se habría autoexiliado de la humanidad por lo obvio de su comentario. Él diría – que lata, se te gastó el perfume, se me pegó la ropa, la caca de perro huele peor, - etc.

Los calentones. Si bien los criticaba por falta de creatividad los entendía y compartía una suerte de placer culpable al aprobar el típico comentario de – que rico, se están destapando las minas –. Sólo a ellos los dejaba pasar, casi enterneciéndose ante el anhelo de aquellos que sin imaginación requerían de lo manifiesto para poder dar rienda suelta a sus válidos deseos carnales.

Los inconformistas. Sin comentarios. En invierno tenían tanto frío como calor en verano y siempre se quejaban. ¡Nada que hacer!.[1]



[1] Extracto “Diario de El Solo” (Original). Hace un tiempo atrás,
Durante un día de 2002, quién sabe cuál.


La Reina, Santiago.

En el comienzo del fin,
durante el ataque de las circunstancias…
tener que morir para ser otro… no es mala idea.

“El Solo”.

4 comentarios:

elreydelsol dijo...

muy buen blog
pasate x el mio q creo q compartimos el estilo

soy nuevo en esto..
como es el tema de los links y eso?

abrazo

alexis.

elreydelsol dijo...

muy buen blog
pasate x el mio q creo q compartimos el estilo

soy nuevo en esto..
como es el tema de los links y eso?

abrazo

alexis.

elreydelsol dijo...

muy buen blog
pasate x el mio q creo q compartimos el estilo

soy nuevo en esto..
como es el tema de los links y eso?

abrazo

alexis.

Matias dijo...

Bueno...Muy bueno. Saludos